El aire de Medellín & la tragedia de los comunes

El aire de Medellín y la tragedia de los comunes

En Medellín estamos en alerta ambiental por contaminación del aire desde hace más de tres semanas, y, según dicen, vamos a seguir así al menos por dos semanas más. Puede parecer que este es un tema que sólo es relevante aquí, pero yo lo veo como un síntoma de una enfermedad más grave que nos afecta a todos, en todo el planeta.

La calidad del aire del Valle de Aburrá ha sido tema frecuente de conversación en los últimos días. Se ha hablado de aumentar los horarios de restricción vehicular, pero la iniciativa (a pesar de ser supremamente tímida, e insuficiente para afrontar la emergencia) no ha sido bien recibida por mucha gente… a fin de cuentas esta es una ciudad de carros particulares, y de transporte público deficiente.

Las personas que andan en carro buscan justificaciones para seguir usándolo todos los días, comparten fotos de nubes negras que salen de los tubos de escape de los buses (y con razón… a mí también me aterran esas imágenes) y tratan de convencerse de que un solo carro no es problema, a pesar de que sea evidente que los “tacos” (enbotellamientos) suelen estar formados por vehículos que transportan a una sola persona.

Pero bueno, no quiero —ni sabría cómo— analizar los problemas de transporte de la ciudad en la que vivo. Lo que quiero es hablar sobre lo que hay detrás, y que no sólo explica lo que está pasando en Medellín sino lo que está pasando en todo el planeta: la tragedia de los comunes.

En caso de que nunca la hayas oído mencionar, doy un poco de contexto: la tragedia de los comunes es una parábola que escribió William Forster Lloyd en 1833 y que se popularizó, más de un siglo después, en un artículo escrito por Garrett Hardin en 1968. La cosa va más o menos así:

Un grupo de pastores usaba la misma zona de pastos, contando con buen espacio cada uno. Uno de los pastores pensó que podía añadir una oveja más, porque el impacto de una sola oveja no afectaría la capacidad de recuperación del suelo. Cada pastor, individualmente, pensó lo mismo y se pusieron a la tarea de añadir sus ovejas… pero la suma del deterioro imperceptible causado por cada oveja adicional terminó por arruinar el suelo y los pastos, y tanto las ovejas como los pastores murieron de hambre.

Cualquier parecido con la realidad es… porque es la realidad. Como individuos, constantemente realizamos acciones que afectan negativamente los bienes que no son solo nuestros sino que son comunes a todos los habitantes del planeta (humanos y no humanos), aunque eso no nos beneficie a nosotros mismos a largo plazo.

La parte compleja del asunto es que, desde la perspectiva individual (esa de la que nos cuesta tantísimo trabajo salir), nuestras acciones parecen racionales, y nos cuesta mucho trabajo entender que algo tan pequeño sea capaz de generar un impacto tan grande; pero cuando nos alejamos y vemos el panorama completo nos podemos dar cuenta de que cada decisión que tomamos equivale a una oveja que está usando el suelo de todos, y que cada oveja nueva es una nueva amenaza para el terreno, las otras ovejas, los otros pastores, y para nosotros mismos.

Sí, para nosotros mismos. Esa parte es esencial, porque hasta las personas que actúan sólo a partir del interés individual (e ignoran los intereses de otras personas en el proceso), van a terminar por verse afectadas por el colapso de los bienes comunes.

Nadie se queda calvo porque se le caiga un pelo. Pero cayéndose pelo a pelo es como nos quedamos calvos.

¿Cuál es la solución al problema del aire del Valle de Aburrá? No sé. La restricción vehicular probablemente ayudaría, pero hay que tener en cuenta que muchos “pastores” van a decidir salir a comprarse otro carro con el que puedan evitar la incomodidad de pensar en otros medios de transporte. En todo caso los entiendo un poco: el metro en horario punta es insufrible, los buses parecen sacados de Mad Max Fury Road y andar en bicicleta en esta ciudad se puede considerar un deporte extremo. Lo que sí se es que seguir como estamos no es una opción, y parte de ese “como estamos” es usar carro particular para ir a un supermercado que está a siete cuadras.

¿Cómo se puede resolver la crisis ambiental del planeta? Tampoco tengo una respuesta, pero estoy convencida de que tiene todo que ver con nuestra capacidad para entender el impacto de las decisiones individuales, y comprender, realmente comprender, que estamos en un planeta con recursos finitos en el que no podemos seguir “poniendo ovejas” indefinidamente.

Los bienes comunes traen un añadido: los costos comunes. Da igual quiénes están aprovechando esos bienes, porque los costos los pagamos todos. El aire limpio y el espacio público en Medellín son bienes comunes que se están viendo afectados —entre otras cosas— por las decisiones individuales de muchas personas, que no consideran el efecto de la suma de esas decisiones. Mientras tanto, comprar carro sigue siendo la meta máxima de mucha gente, la “medida del éxito” en nuestra sociedad. A este paso, la tragedia de los comunes nos va a caer del todo con su trágico, trágico final.

¿Cómo escapar del dilema en el que muchos individuos actuando racionalmente en su propio interés, pueden en última instancia destruir un recurso compartido y limitado, incluso cuando es evidente que esto no beneficia a nadie a largo plazo? […] Hay una Tierra, una atmósfera, una fuente de agua y seis mil millones de personas compartiéndolas. Deficientemente. Los ricos están sobreconsumiendo y los pobres esperan impacientes a unírseles.Barry Schwartz

Me duele Medellín en este momento, también literalmente, porque duele respirar. No quiero salir en bicicleta porque siento que me estoy tragando toda la porquería que generan los vehículos que estoy evitando usar. No quiero subirme en un bus porque pienso en la nube negra que sale por el tubo de escape, y me siento parte del problema.

Por ahora, lo que puedo hacer es comprarme una máscara anti-smog, una de esas cosas que pensaba que sólo tenían sentido en las películas futuristas apocalípticas. Pero parece que tienen todo el sentido ahora, en este futuro que estamos construyendo.