Para empezar, un proverbio chino

Para empezar: un proverbio chino

El comienzo de un año suele ser una buenísima excusa para ponerse metas y propósitos. Creo que toda/os hemos pasado por ahí, diciendo cosas como “el próximo año haré ejercicio”, “el próximo año dejo X mal hábito”, “el próximo año veré más seguido a mis amigos”, etc, etc, etc.

Empezamos el año llenos de energía y de impulso para llevar a cabo todos esos propósitos, pero a medida que nos vamos dando cuenta de que el nuevo año es exactamente igual al anterior, ese impulso se destiñe hasta que retomamos nuestras rutinas pasadas, olvidando por completo —o casi por completo— cualquier resolución de año nuevo.

Se dice que para formar o romper un hábito se necesitan 21 días de compromiso; no sé si eso es cierto… no tengo ninguna fórmula mágica para esto de los hábitos (sean o no de año nuevo). Realmente lo único que ha funcionado para mí cuando de eso se trata, es que sea algo que de verdad quiero hacer, y que tenga claro por qué lo estoy haciendo.

Lo de las fórmulas para cambiar hábitos no es exactamente de lo que quiero hablar, pero me sirve de introducción. Con las promesas de año nuevo normalmente queremos mejorar algo de nosotras/os mismas/os… diferente a lo que pasa el resto del año, cuando –más que de buenos propósitos– estamos llenas/os de quejas sobre lo mal que va todo lo demás (nosotros no, ¡qué tal!). Están mal los vecinos, está mal la ciudad, el medio ambiente, los políticos, los compañeros de trabajo, los conductores del bus, los de la tienda; si queremos tener una conversación sin fin, sólo hace falta que empecemos a hablar de lo mal que está todo, y de qué cosas habría que hacer para que todo funcione. Aparentemente todas/os tenemos buenas ideas, todas/os tenemos propuestas para resolver las cosas que están saliendo mal. ¿Por qué no pasa nada entonces?

No pasa nada porque nuestras ideas y propuestas no pasan de ser sólo eso. Casi ninguna se aplica. Se quedan en las conversaciones entre cervezas, y ahí no sirven para nada. Entonces ahí viene el proverbio chino:

 

“Antes de iniciar la labor de cambiar el mundo, dale tres vueltas a tu propia casa”

 

Eso aplica para la labor de cambiar el mundo o para cualquier otra labor menos ambiciosa. Y lo de las vueltas a la propia casa, bueno… pueden ser literales, pero no sé si esas servirán de mucho; en todo caso ante cada nueva queja o inconformidad sobre la realidad que nos rodea, sin importar si estamos hablando de la relación con nuestra familia, de lo que pasa en la ciudad, de lo mal que está el planeta, de lo que pasa en nuestro lugar de trabajo, lo primero que deberíamos hacer es mirar para adentro y analizar lo que nosotros estamos haciendo para generar, sostener, mejorar o empeorar esa situación.

Es muy fácil echarle la culpa a factores externos —de hecho es a lo que nos hemos acostumbrado— pero si realmente tenemos la intención de cambiar algo, ese cambio debe venir desde adentro; no podemos esperar que nuestra ciudad sea cívica y organizada si nosotras/os nos saltamos todas las leyes y acabamos con el espacio público; no podemos esperar que el planeta se “arregle” si sobre-utilizamos sus recursos y generamos basura como si se fuera a desaparecer mágicamente en un agujero negro; y es importante ser sinceras/os con respecto a lo que vemos en nosotras/os mismas/os, y evitar pensar solamente en extremos (error que acabo de cometer con los ejemplos que puse): la mayoría de comportamientos y hábitos nocivos suelen ser casi imperceptibles, y tienen efectos desastrosos gracias a su acumulación y no a su fuerza.

Por ejemplo (en mi caso): si mi intención es ayudar al planeta, ¿qué estoy haciendo para lograrlo? ¿será suficiente clasificar los residuos que genero y apagar las luces que no uso? Con el tiempo he aprendido que eso es importante pero no es suficiente, y de hecho este blog es uno de los resultados de ese darle tres vueltas a mi propia casa.

Todos los días hacemos cosas “mecánicamente”, sin analizar o cuestionar mucho. ¿Cuántas de esas cosas contradicen dramáticamente las causas en las que creemos, o los cambios que queremos generar? Obviamente no se trata de volvernos obsesivo-compulsivas/os con el análisis de comportamientos, pero vale la pena empezar a preguntarnos por qué hacemos muchas de las cosas que hacemos y qué tanto estamos poniendo nosotras/os realmente para cambiar las cosas que nos inquietan/preocupan/molestan/entristecen/indignan.